Había ya recorrido el tramo que comprende entre el la Antigua Nave Lewis y el estacionamiento de Cintermex. ¡No había ni siquiera recorrido ni la mitad del total que comprende todo el circuito y su humanidad estaba exahusta!
"No comió frijoles", explicaba Laura, una de sus hermanas, esbelta y ágil, de 15 años y con unas ganas enormes de comerse, no una olla de frijoles, pero sí al mundo entero con su belleza.
Su hermano no comió frijoles, no, porque se zambulló una docena de tamales recalentados, luego de haber ingerido él solo casi la mitad de un pollo rostizado, de esos que venden a la vuelta de su casa, grasosito y con muchas tortillas.
Carlos, de apenas 11 años, es uno de esos pequeños que uno ve en la calle y da pena ajena, y a su paso provoca comentarios del tipo "¡pobre niño, tan pequeño y en esas carnes! ¿Qué, no tiene mamá que lo cuide?".
Y sí lo cuida, demasiado, podrían decir muchos. O más bien lo descuida, porque cree que es suficiente atiborrarle en la boca un montón de comida, nomás llegar de la escuela donde cursa el sexto año de primaria.
Pesa lo mismo que su tío, unos 75 kilos y de estatura mediana, pero en una edad de hombre maduro.
Por eso ahora que aprovecha los días buenos de invierno, donde hace sol y el fresco vespertino es soportable para intentar dar una vuelta al Parque Fundidora, toda entera, sin coger atajos y procurando no descansar.
De hacer ejercicio, ni hablar. Carlos es tan perezoso que prefiere dejar caer su ánimo frente al televisor y con él sus huesos, esos que pueden dejar de serlo entre tanta grasa corporal que les circundan.
Poco o nada valen los esfuerzos oficiales, aún y lo mande el mismísimo Presidente Felipe Calderón.
Él, junto con su equipo dedicados al fomento de la salud de la población mexicana quizá ignore que el problema viene de muy atrás, de generaciones de abuelas que acostumbraron a sus familias a dar de comer a sus hijos en abundancia, como para prepararlos para ir a una jornada febril o de labores en el campo.
Por más acuerdos nacionales y estrategias para ganar la carrera contra la obesidad y el sobrepeso, anunciado apenas unas horas en México, la tarea está en la educación de la población.
No se dan cuenta que los miles, o tal vez millones de niños como Carlos deben ser sometidos a estrictas medidas en las que la alimentación es apenas uno de los factores para obtener niños en su peso ideal.
Si a él, como a otros muchos más, le hubieran dejado la libertad de escoger donde quieren vivir, seguro que la situación cambiaría; los niños de hoy no tienen alternativa más que dejar que la nana de la casa, la televisión, se encargue de ellos mientras ambos padres se dedican a juntar ganancias con su trabajo.
Ahora, cuando el problema es realmente gordo, resultará muy difícil que Carlos deje el control de la tele en paz y coja sus patines para dar una vuelta completa en los terrenos de la antigua fábrica de fundición de acero regiomontana.
"¡Es que ya me cansé!", le grita Carlos a María, mientras ella, toda ufana sigue su marcha casi sin detenerse a mirar atrás.
"Bueno, que al cabo al final voy a cenar mi confleis, mmmm", piensa Carlos, una vez que se reincorpora para continuar sus pasos dentro de esta obesa ciudad.
Cada inicio de año, miles de mexicanos pasan por la báscula para conocer su realidad en peso; algunos la libran y otros no tanto.
Foto: Vicente Guerrero
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